Gracias a dos Niños Especiales y a las habilidades de sus Médicos, Amy Chan Dice "Si" A la Vida

Amy dice que el Dr. Jeon no deja que el idioma evite que se conecte con sus pacientes. "Él siempre entiende cómo me siento".
Amy dice que el Dr. Jeon no deja que el
idioma evite que se conecte con sus pacientes.
"Él siempre entiende cómo me siento".

"Cuando mi doctor me dijo que necesitaría un trasplante de hígado, dije que no lo haría".

Estaba en contra del trasplante, incluso si sabía que mi hígado estaba fallando. Creía que cuando fuera mi hora, debía aceptarlo. Había tenido una buena vida. Mi esposo y yo llegamos a los Estados Unidos desde China hace más de 30 años. Éramos dueños de un restaurante, teníamos dos hijos maravillosos y ahora teníamos una nieta hermosa. 

Nunca me imaginé que me enfermaría tanto. Conforme mi hígado siguió fallando, también mi salud comenzó a fallar. Estaba reteniendo fluidos, los cuales se acumulaban en mi abdomen, poniendo presión sobre mis otros órganos. Cada vez pasaba más tiempo en el hospital, y eventualmente terminé allí cada semana.

Estaba muy agradecida con el personal del Centro del Hígado Walter Payton (Walter Payton Liver Center) en el Sistema de Ciencias de la Salud y Hospital de la Universidad de Illinois (Illinois Hospital & Health Sciences System). Ellos satisficieron todas mis necesidades. Incluso si no hablaba mucho Inglés, llegamos a conocernos muy bien, con la ayuda de un servicio de traducción que ellos me proporcionaron.

Ya no podía trabajar en nuestro restaurante, y el dolor se volvía cada vez más insoportable. Pero era aún más insoportable pensar que no sería capaz de ver crecer a mi única nieta. Finalmente, en julio de 2012 estuve de acuerdo en unirme a la lista de trasplantes.

Fue justo a tiempo. Las complicaciones hicieron que mi condición empeorara y me movieron más arriba en la lista. En septiembre, me hospitalizaron y necesitaba cirugía. Si bien no estaban seguros que sobreviviría la cirugía, lo hice. Pero descubrí que no iría a casa. Recibí la noticia de que tenían un hígado para mí.

Estaba muy feliz pero también estaba triste. El hígado le pertenecía a un niño que había muerto. No podía ni imaginarme el dolor de su familia. Esperaba que ellos encontraran consuelo al saber que su hijo salvó no sólo una vida, sino dos. Ya que soy pequeña, un bebé y yo compartiríamos el hígado, gracias a su regalo y a un trasplante dividido de hígado.

Mi cirujano, el Dr. Jeon, viajó a Wisconsin a realizar la primera fase del trasplante, la difícil cirugía dividida de hígado. Después de 12 horas de haber recibido las noticias del hígado donado, ya estaba en cirugía. Otras 12 horas después, tenía un nuevo hígado y una nueva oportunidad para vivir.

Hoy, mis hijos dicen que tengo más energía que ellos. Debo tenerla: tengo una nieta de dos años a quien debo seguirle el ritmo.